Hola a todos.
En los buenos viejos tiempos del Grupo Pilar el presente artículo sería lapidario, apocalíptico y atronador. Con la furia propia de los oprimidos denunciaríamos como la semana pasada fuimos atacados sin tregua durante muchas horas, hasta que por fin, incapaces de mantenernos en el aire, decidimos ocultarnos por un par de días.
Con la precipitación urgente de los silenciados narraríamos todos los pormenores de la operación llevada a cabo por los servicios secretos de Zapaguato y Cornaria, para evitar que la ficha policial de la Princesa Zenovia (y otras muchas cosas) se exhibiesen ante las cámaras.
Y con el entusiasmo y la dedicación propias de una causa imparable nos explayaríamos en comentar lo inefable de la situación. Hablaríamos por ejemplo del caso Watergate, de lo vergonzoso que fue contemplar como aquellos rencorosos y malvados periodistas se ensañaban con el pobre Presidente, que tenía sus debilidades humanas como cualquier otro, porque ¿quién no ha mentido o espiado al prójimo alguna vez? Y sin embargo, aquel vendaval de aire fresco que había inundado los despachos de la Casa Blanca fue abandonado a su suerte, y el mentir y el burlar la ley le costaron nada menos que la presidencia. Y a los periodistas traidores hasta les dieron premios. Inconcebible.
Afortunadamente tales cosas nunca pasarán en Cornaria. Aquí, los jueces ávidos de protagonismo que pretendan juzgar los delitos contra la propiedad pública de personas tan encantadoras y glamurosas como los Brabones serán perseguidos y anulados, y los familiares envidiosos que pretendan revelar a destiempo insidias tan irrelevantes como la de que el próximo Jefe de Estado católico y apostólico y su esposa perpetraron un aborto ilegal, serán decorosamente ignorados o vapuleados. Sí, en otros tiempos nos hubiéramos maravillado ante la valiente y generosa actitud de nuestros representantes civiles, de nuestra Iglesia, de nuestros medios de comunicación, hubiéramos loado sin tasa la profunda perspicacia de nuestros tertulianos, llenaríamos veinte o treinta páginas analizando la dialéctica de los sapos cantores, la retórica de los pregoneros del Sistema o el sutil "argumentario" (ahora esta palabra ya es legal) jesuítico-escolástico de los "republicanos de corazón" y de las "columnistas-ambipur" (son esas que viven dentro de los retretes, con la sempiterna misión de convencernos de que la mierda no huele, o de que huele a rosas) En otros tiempos dejaríamos este texto reposar y luego corregiríamos y estilizaríamos, pero hoy no tenemos tiempo. Sin embargo, ellos tienen menos aún. Llega el fin, y No Pasarán. Un saludo a todos.
Herederos de Pilar.
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